lunes, 30 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 42



-¿Qué es lo que saben? – pregunto. No me había dado cuenta de que comenzó mi nefasto tic nervioso de mover frenéticamente los dedos. Kyle toma mi mano intentando calmarme.

-En realidad muy poco. Sólo sabemos que los hombres que usted vio en la biblioteca, son una logia al servicio del emperador. Sin embargo, aún no tenemos nombres.

-¿Qué hay del señor Brickstone?

-Probablemente él está de su lado, señorita Greenwood. – dice el director lentamente, como si así pudiera no hacerme sentir tan mal.

-Cielos. – es lo único que logro decir.

-Más aún no sabemos por qué ellos supieron que eras un forthem. O por qué precisamente se acercaron a ti.

-Eso no suena bien. – dice Kyle aún frotando mi mano.

-Y me temo que no será bueno lo que encontraremos detrás de todo esto, señor Farrow. – admite el director Langrock.

-Nuestras mejores tropas están buscando a su familia. Quiero que sienta que tiene todo el apoyo de la ORP y que no nos rendiremos hasta descubrir el paradero de su familia.

-Gracias. – logro articular con una voz que casi puedo desconocer como mía.

-¿Qué hay sobre los goblins en el Bosque de Sproof? – pregunta Nneka.

-Sí, bueno… a eso iba. – vacila el presidente por un momento. Aclara su garganta y continúa -El poder de un forthem no debería ser capaz de ser detectado, en lo absoluto. De hecho, creo que eso es imposible, pero debe haber algo grande detrás de todo esto y nuestra primera suposición es el emperador. Sin embargo, no entendemos por qué tú le pareces particularmente interesante.

-Yo tampoco. – contesto frustrada.

-Sepan que a lo que nos enfrentamos no es nada bueno. – añade el director con voz preocupada. – Y es muy peligroso que regresen al bosque ustedes solos. El mundo está en sus manos señorita Greenwood, al igual que en las de sus demás compañeros. Debe entender eso, no nos podemos arriesgar a perderla.

-Pero yo…

-Sin embargo, si deciden regresar, tendrán la protección que la Academia les proporcionará. – me interrumpe Langrock.

Observo a Nneka de reojo, ella está un poco cabizbaja, sin embargo un brillo de esperanza resplandece en sus ojos con lo último que el director dijo.

-Me convertí en un blanco, ¿cierto? – pienso en voz alta.

Langrock asiente lentamente, dirigiéndome una mirada fraternal.

-Señorita Greenwood, – dice el presidente tomándome por los hombros, como si fuéramos las únicas dos personas presentes en la habitación. – mientras usted esté aquí en la Academia donde puede ser protegida, no le sucederá nada. Le doy mi palabra.

-Gracias. – susurro apenas audible, intentando contener las lágrimas que están por salir. Kyle pasa su brazo por mis hombros y me besa la frente. ¿Soy tan obvia o Kyle me conoce tan bien que sabe cómo me siento en este momento?

El director se aclara la garganta y dice:

-También debo notificarles que los tres podrán asistir a los entrenamientos especializados, en cuanto acabe el verano.

-Genial. – susurra Kyle.
-Estos comenzarán en tres semanas. Por tanto, usted, señorita Greenwood, podrá descansar dos semanas antes de comenzar el entrenamiento especializado. Junto con el señor Farrow y su amiga, puede quedarse aquí, o bien, ir a cualquier lugar que les plazca y regresar aquí para principios de otoño.

-Eso suena bien. – digo intentando parecer emocionada.

La idea de seguir en entrenamiento, no me molesta ya en lo absoluto, sin embargo no me siento lo suficientemente bien como para dar saltos de emoción. Quiero gritar por la frustración, llorar, salir corriendo, fingir que soy invisible para el mundo. “No, ahora no puedes perder las riendas de esto, Ginger. Tú puedes.” Me digo a mí misma en un intento de darme ánimos.

-¿Hay algo más que debamos saber? – pregunto. Espero no haber sonando descortés.

-Por el momento eso es todo. – dice el presidente Holtzman poniéndose de pie al igual que el director.

-Cualquier cosa, señor presidente, estamos a su servicio. – dice Kyle amablemente.

-Es grato escuchar eso.

-Sin más, nos retiramos, jóvenes. Que tengan una excelente tarde. – dice el director dirigiéndonos a los tres una amplia sonrisa que lo hace lucir solo unos pocos años más joven.

Acompaño al presidente y al director hasta la puerta y los despido. Cierro la puerta detrás de ellos y me recargo en ella dando un enorme suspiro frustrado. Me siento realmente aturdida.

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