-Venimos en paz. – digo articulando lentamente
cada palabra.
-¿Por qué pensáis que podéis visitar el bosque
tan deliberadamente? Los humanos os creéis los dueños de todo.
Escucho ese gruñido interno que suelo emitir
cuando estoy enojada. Un aro de fuego se dibuja alrededor de nosotros, dejando
fuera a los demás elfos, excepto al jefe.
-¡¿Quién hizo eso?! - pregunta el elfo
gritando mientras se escuchan alaridos, gritos de sorpresa y arcos chocando
contra otros. -No me hagáis repetirlo.
-Yo. - contesto firme. El elfo me mira con
sorpresa y se arrodilla ante mí.
-Perdonad mi insolencia.
-No diga eso y tampoco se arrodille ante mí,
jamás. - le digo. Me mira desconcertado y se pone en pie.
-¿No sabe lo que significa lo que habéis
hecho? ¿Lo que es usted? - me pregunta.
-Sí, lo sé, pero no tengo más valor que
cualquier otra persona.
-Seguidme, os presentaré ante nuestra aldea. -
dice el elfo. Me relajo y al instante el aro de fuego se consume. Lo seguimos
unos metros más hacia el corazón del bosque. Miro de reojo a Kyle, parece
molesto.
-¿Cuál es vuestro nombre? - pregunta
amablemente el elfo.
-Ginger, Ginger Greenwood.
-Kyle. - dice con tono cortante.
El elfo me ve con ojos muy abiertos, sólo me
encojo de hombros.
-Yo soy Durkhar.
Le sonrío y seguimos caminando por el bosque
hasta llegar a la aldea. Hay numerosas chozas muy humildes, construidas con
barro y ladrillos enmohecidos. Pequeños niños elfos corren unos detrás de otros, los mayores
aún se están alistando y las mujeres elfo están preparando el desayuno.
-Bienvenidos, sean vosotros a nuestra aldea. –
dice Durkhar haciendo una reverencia hacia mí.
-¡Escuchadme todos! – alza la voz Durkhar y el
silencio reina por unos segundos, la atención de todos está fija en nosotros. –
Hoy nos ha visitado un humano con prestigio. Es un forthem. Dadle la bienvenida
a Ginger Greenwood y a su acompañante, Kyle.
Vítores de alegría invaden la aldea, todos me
aplauden. Sonrío y saludo a todos con la mano un poco nerviosa. Esta situación
me hace sentir incómoda de una manera extrema, en casa no estoy acostumbrada a
tener la atención de nadie, mucho menos que me hagan reverencias o me vitoreen.
-Seguidme, os llevaré con Asren, el jefe de la
aldea, mi padre.
Caminamos entre las chozas hasta llegar a la más
alta y ostentosa, pero no pierde la esencia de humildad como las demás chozas.
Al entrar hay un pasillo más o menos largo con una alfombra tejida y una silla
con respaldo bastante alto, que incluso si me pusiera de pie en el asiento,
rebasaría mi estatura.
-Asren, padre. – dice Durkhar mientras se
arrodilla ante Asren.
-¿A quién habéis traído, hijo mío? – pregunta
con voz ronca.
-Ella es un forthem, padre. Forthlume. La
profecía ahora puede cumplirse, los cuatro forthems ya están reunidos al fin.
Un silencio que me parece casi eterno, se
apodera de la habitación.
-Venid aquí. – me ordena Asren apuntándome y
lo hago. -¿Cuál es vuestro nombre?
-Ginger Greenwood. – respondo en voz baja. Asren
comienza a reír alegremente y me abraza con fuerza. Me quedo paralizada al ver
su reacción.
-Señor, yo…
-¿Qué no estáis feliz? – pregunta Asren. – Representáis la salvación del mundo. Tú y vuestros demás compañeros forthems.
Me limito a ver a Durkhar quien solo me ve con
ojos muy abiertos. La verdad es que no sé qué hacer ni qué decir, así que solo
me encojo de hombros.
-Sois idéntica a Minerva. – dice Asren
escudriñando mi rostro.
María José García Moncada