-Ven, debes presentarte primero para que te
obedezca por completo. - dice y me toma de la mano. -Ella es Kendra.
-Es increíble.
-Y más. Ahora es tuya, es mi regalo.
-¿Es… en serio? – pregunto sorprendida y
completamente emocionada.
-Totalmente. – responde acercándose a ella y
la acaricia entre los ojos con delicadeza. La criatura se percata de mi
presencia y se pone un poco nerviosa, retrocedo unos pasos. Kyle la tranquiliza
de inmediato. Al lado del compartimiento de Kendra hay un grifo más recostado
en una especie de colchón de paja. Tiene el pelaje gris y es un poco más grande
que Kendra.
Cuando era pequeña, mi madre me había regalado
un libro de mitos y leyendas acerca de grifos. Son criaturas majestuosas y de
lo más fieles; mitad águila, mitad león. Jamás creí ver uno vivo, ya que en los
libros que leía siempre decía que era muy raro ver uno. Mucho menos creí poseer
uno.
-¿Dónde los conseguiste, Kyle? - no puedo
evitar preguntar.
-Un día mi padre estaba en la fonda de Herbie
y conoció a un viajero, dijo que se quería deshacer de ellos, aún eran huevos
en ese entonces. También dijo que era muy probable que no sobrevivieran, puesto
que su madre había muerto. Para entonces, los huevos estaban algo fríos, pero yo
me encargué de cuidarlos hasta que nacieran. - suspira – Lo cual pasó poco
antes de que mis padres murieran, así que papá los trajo aquí para que los
cuidaran y los alimentaran. Y han crecido bastante. - dice riéndose. No tengo
idea de qué decir, así que me limito a sonreírle. A pesar de lo cercanos que
somos Kyle y yo, jamás me habla sobre sus padres ni cómo se siente, por lo que
intento no tocar el tema.
-Ven, coloca tu mano sobre su cabeza e intenta
conectar con ella. - me ordena Kyle.
-¿Conectar? ¿A qué te refieres? – pregunto
dudosa.
-Sólo
dame tu mano y colócala aquí. – dice mientras coloca mi mano entre los ojos de
Kendra como él lo había hecho anteriormente. Segundos después, Kendra cierra
los ojos y siento cómo una energía que proviene de la palma de mi mano me
recorre. No puedo evitar sonreír.
Quito mi mano y Kendra hace una pequeña
reverencia hacia mí.
-¿Qué fue eso? – digo aún sonriendo.
-Eso fue – hace una pausa y me mira a los ojos
con una gran sonrisa - conectar con ella. Te acaba de reconocer como su dueña.
Ni siquiera entiendo qué fue lo que pasó, pero
se sintió grandioso. Acaricio una vez más a Kendra, recorriendo el plumaje de
su cuello con mis dedos.
-Excelente, ahora te obedecerá a cualquier
orden. Vamos, te presentaré a Grak. - me dice y nos acercamos a él. -¡Arriba,
Grak, vamos!
Parece que a Grak no le ha gustado nada que lo
haya despertado Kyle. Se pone en pie y le lanza una mirada de recelo a Kyle,
seguido de un bufido. No puedo evitar reírme.
-Vamos, no me mires así, dormilón. - le dice
Kyle y le acaricia la cabeza.
-¿Te gusta? - me pregunta.
-Me encanta. - le digo. Pasa su mano detrás de
mi nuca y me besa. Un beso largo y delicado.
-Vamos, te mostraré cómo ensillar.
Coloca una silla con arneses en el lomo de
Grak y comienza a darme indicaciones de qué correas poner dónde. Después
de algunos minutos, arneses ajustados y varias recomendaciones, termina.
-Bien, es tu turno. - me dice y me entrega la
silla de Kendra. - Ten cuidado con las alas.
Sigo todos los pasos que logré escuchar
mientras ensillaba a Grak y al segundo intento lo logro. Antes de partir, Kyle
los alimenta con una ardilla. Estando afuera, Kyle silba y Grak sale de
inmediato.
-Ahora hazlo tú para que Kendra venga.
Imito el silbido Kendra sale y se para a mi
lado. Ambas criaturas tienen una postura firme y con aire de superioridad. Aún
sigo sin poder creer lo que veo y más aún que tenga mi propio grifo.
-Excelente, Ginger, ahora móntala. - me ordena
Kyle y lo hago. - Toma fuerte las riendas y no te preocupes por lo demás, ella
está acostumbrada a seguir a Grak.
Kyle monta a Grak, me voltea a ver con esa
sonrisa tan típica de él y asiente. Sacude las riendas y comienza a correr, a
los pocos segundos Kendra emite un chillido y corre detrás de él, estoy a punto
de caer pero me sujeto con todas mis fuerzas. Recorremos unos pocos metros y
ambos grifos despliegan sus grandes alas y comienzan a volar.
María José García Moncada
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