sábado, 31 de marzo de 2012

CAPÍTULO 27




-¡Tomen sus armas! – grita Durkhar. Kyle está pasmado, no tenemos ni la menor idea de qué pasa.

-¡Corran! – me ordena Nneka, pero no me muevo de mi silla. Miro a Kyle de reojo y parece tener la misma expresión de espanto que yo. Segundos después vuelvo a la realidad y me cuelgo el carcaj y el arco nuevamente en la espalda.

-Nneka, llévalos hasta donde estén seguros. – le dice Durkhar y le besa la frente. Asiente y nos apresuramos a correr por la dirección en la que llegamos.

Corremos por el bosque a toda velocidad. Gritos, golpes y filos de espadas comienzan a escucharse a nuestras espaldas. Comienzo a sentirme culpable por lo que sea que está pasando. El pánico me invade, “No debimos venir, no debimos venir.” Me repito a mí misma. Aún estamos lejos de donde están Grak y Kendra, ni siquiera puedo divisar desde aquí el fin del bosque.

-Vamos, no se detengan. – dice Nneka.

-¿Qué demonios está pasando allá atrás? – le grito.

-Invasión. Goblins. – responde entrecortada.

Seguimos corriendo, mirando en todas direcciones. Un alarido de dolor y Kyle cae al suelo.

-¿Kyle? – exclamo mientras me arrodillo ante él. Está hecho un ovillo con la mano a un costado de su abdomen. Tiene una flecha. Escudriño los alrededores forzando la vista, puesto que ha empezado a oscurecer. Gruño y golpeo fuertemente el suelo. Lanzo varios topkalumes en diferentes direcciones, deseando dañar a quien sea que haya disparado.

-Bien, acabas de darles nuestra ubicación. – dice Nneka con voz plana viendo el incendio que provoqué a varios metros de nosotros. La ignoro.

-Tenemos que seguir, Kyle. – digo en tono suplicante. Paso un brazo por sus costillas para intentar ponerlo de pie.

-Espera, tenemos que quitarle la flecha. – dice Nneka. Hace presión alrededor de la herida y saca la flecha. Kyle emite un quejido. Lo levantamos entre las dos y continuamos caminando.

-Kyle, ¿estás conmigo?

-Sí. – dice con voz débil. Comienza a cabecear un poco.

-No, no cierres los ojos, Kyle. Debes seguir aquí. – digo con firmeza, aunque por dentro quisiera ponerme a llorar y acudir a mi madre para que resuelva lo que hice.

-Está perdiendo mucha sangre. – advierte Nneka.

Me detengo y me quito el suéter para atárselo a la cintura. Me cercioro de que no haya atacantes cerca y continuamos caminando.

-Ya casi llegamos, Kyle. Resiste un poco más.

Estamos a algunos metros de donde deben estar Kendra y Grak. “Tácticas de guerra, invasión”, pienso. He leído bastantes libros sobre guerra y sé algunas estrategias que fueron usadas antiguamente para tomar ciudades enteras. Mi corazón se acelera, la adrenalina que me recorre, me da energía para seguir.

-Si tienen el bosque rodeado no puedo simplemente llamar a Kendra. En el momento en que alce el vuelo, comenzarán a dispararnos. – digo más para mí que para Nneka.

-¿Quién es Kendra? – pregunta.

-Tenemos que crear una distracción que los haga moverse de donde están. - anuncio. Kyle está muy pálido, comienza a vomitar mientras Nneka me ve con cara de preocupación. Comienzo a dudar de mi sentido de supervivencia.

-¿Sabes trepar? – le pregunto a Nneka dudosa. Ella asiente.

-¿Tienes un plan? – pregunta.



María José García Moncada

sábado, 24 de marzo de 2012

CAPÍTULO 26




-Vamos a caminar un poco. – me invita Kyle.

-Vamos.

Comenzamos a recorrer los alrededores de la aldea tomados de la mano. Los pajarillos cantando, el sonido del viento entre las hojas de los árboles, el olor a naturaleza. Todo parece tan lento y perfecto estando aquí. Me acerco más a Kyle y comienzo a relatarle mi clase de cacería con Nneka, y todos los consejos que me dio.

Después de algunos minutos de estar caminando llegamos a un pequeño quiosco de mármol en el centro de un lago. Como si nuestros pies estuvieran sincronizados, caminamos los dos por el pequeño camino rocoso que hay en la orilla del lago hasta el quiosco.

-Es hermoso. – pienso en voz alta.

-Lo es.

Kyle toma mi rostro entre sus manos y me besa suavemente. Quisiera saber si es posible que alguien en este mundo se moleste con él. Desde pequeña consideré a Kyle parte de mi familia, pero jamás creí que las cosas entre nosotros llegarían a este punto. Sin embargo, no me arrepiento.

-Te amo más que a nada, Ginger Greenwood.

-Y yo a ti Kyle Farrow.

Abrazados nos quedamos durante un buen tiempo parados en el centro del hermoso quiosco hasta que digo:

-Deberíamos regresar ya.

-Sí.

Caminamos de regreso a la aldea, donde Asren llega en compañía de Durkhar. Toda la aldea se ha alistado y están todos reunidos donde yacen las mesas, sólo faltamos nosotros. 

La Aldea está conformada por no más de cincuenta elfos. Logro ver a Nneka, en la mesa del centro y me hace una seña para ir hasta donde ella está. Tomo de la mano a Kyle y nos abro paso hasta donde se encuentra. Asren da un par de golpecitos en el suelo con su báculo para imponer orden. Al instante todos guardan silencio.

-Gracias. – dice con voz ronca. – Que comience el banquete.


-Creí que daría algún discurso. – le susurro a Nneka. Ríe un poco y añade:

-No, mi abuelo es una persona de pocas palabras. Además los rumores corren muy rápido aquí y no es necesario repetir la razón por la que estamos celebrando, ya que todos la sabemos.

Nos sentamos en las sillas frente a nosotros, en nuestra misma mesa está Durkhar, Asren, y algunos otros elfos que no conozco sus nombres. Comienzo por probar un estofado delicioso. ¿A caso hay algo que no hagan bien los elfos?

Todos se portan muy amables conmigo, me sonríen y me recomiendan probar el platillo que están comiendo.

Una elfo que está sentada en la misma mesa que yo, se presenta cortésmente conmigo, su nombre es Syra. Es rubia y de ojos azules como el cielo; tan hermosa como todo elfo parece ser.

-Que lo disfrutéis. – dice con una ligera inclinación de cabeza.

Un sonido metálico comienza a oírse, todos se alarman y se ponen en pie. La intensidad va aumentando.

-Goblins. – susurra Nneka. La volteo a ver en busca de alguna respuesta, pero se queda petrificada.




María José García Moncada 

sábado, 17 de marzo de 2012

CAPÍTULO 25




Al llegar me da un arco y me ayuda a colocarme en posición; piernas un poco abiertas espalda recta, hombros firmes. Me entrega una flecha y la posiciono apuntando a un árbol, primero.

-Fija tu mirada en un punto y respira hondo antes de soltarla.

A decir verdad, mi puntería no es del todo mala. Cuando era niña e iba con mi familia a la bahía, jugaba con mi padre a golpear los cocos de las palmeras con piedras o lanzas improvisadas.

Espero unos segundos, respiro hondo, tenso la cuerda y la flecha golpea contra el árbol, mas no se clava.

-Bien, ahora intenta con más fuerza. – me dice Nneka. Coloco una nueva flecha y fijo la mirada en el árbol nuevamente, respiro hondo, tenso la cuerda y la flecha se clava en el tronco.

-Excelente, nos vendrías muy bien en el escuadrón de cacería. - me halaga Nneka. Le sonrío tímidamente. – ¿Crees que puedas intentarlo con algún animal?

-Yo - vacilo – no…

-Vamos, intenta antes de decir no. – me anima.

Pasamos el resto de la tarde cazando y compartiendo algunos de nuestros conocimientos para sobrevivir en el bosque o en una playa, según el caso. Creo que jamás había convivido tanto con una persona que no fuera Kyle. Se siente extraño, pero a la vez me gusta.

Conseguí darle a un conejo y a una ardilla. Sinceramente me siento mal por haber sido su verdugo, ya que nunca había matado a un animal que midiera más de diez centímetros de largo. Nneka logró cazar un pequeño ciervo, sus habilidades con el arco son increíbles. Al atardecer regresamos a la aldea con la caza y la dejamos en su choza junto con los arcos.

-Llévalo contigo. - me dice Nneka devolviéndome el arco que había dejado contra la pared.

-Oh no, yo tengo mis propias armas. – digo. Aunque mi única arma es el fuego, el cuál a veces parece controlarme a mí, en vez de ser yo la que lo controla.

-Es un obsequio, y los obsequios jamás se rechazan.

Sin más remedio lo tomo y lo cuelgo en mi hombro.

-También conserva el carcaj. Aquí puedo hacer más flechas. - dice mientras cuelga el carcaj en mi otro hombro. Por un momento siento que me gustaría quedarme aquí.

-Gracias.

Salimos de la choza y caminamos hasta el tronco donde estaba sentada esta mañana.  Intento encontrar a Kyle con la mirada, lo veo cabizbajo, recargado en un tronco. Ya han colocado mesas con distintos platillos que al verlos se me hace agua la boca. Al centro hay más mesas humildes de madera y sillas, en cada mesa hay un pequeño árbol frondoso al centro y diminutas flores. Kyle se percata de mi presencia y de inmediato se pone de pie dirigiéndose hacia mí.

-Ginger… - comienza Kyle, pero se detiene al ver a Nneka a mi lado.

-Oh, lo siento. – dice Nneka y comienza a alejarse.

-¿Qué pasa? – le pregunto, intentando no hacer contacto visual con él.

-Lo lamento. – dice en tono suplicante.

-No, Kyle, no pasa nada, entiendo.

-No, en verdad lo siento. – insiste. Mientras me abraza, me acurruco en su pecho como de costumbre. Tan cálido. La pasé tan bien con Nneka que ni siquiera quiero pensar en cómo Kyle se comportó.

-Gracias por traerme. – le agradezco. Nos quedamos mirando a los elfos, sentados desde el tronco caído en el que Nneka se me había unido. Los elfos siguen arreglando todo, poniendo más platillos en las mesas, adornándolas, poniendo más sillas… un sinfín de movimiento, ya vienen y ya van, pero aún así todo parece tan tranquilo, caminan con un ritmo calmado, normal, como al compás de una melodía.




María José García Moncada

sábado, 10 de marzo de 2012

CAPÍTULO 24




Kyle y yo agradecemos y salimos de la choza. Ya afuera donde no hay nadie más le pregunto:

-¿Qué fue eso?

-¿De qué hablas?

-Estabas increíblemente molesto que ni siquiera querías que te tocara y…

-Nada, no fue nada. – me corta.

-Si estarás molesto el resto del día, es mejor partir ahora. – le advierto.

-No estoy molesto. – responde cortante.

-Bien. – contesto y me voy a buscar qué hacer dejando solo a Kyle.

La aldea es increíble, todos trabajan en grupo, todos parecen estar de buen humor y felices con lo que hacen. Un niño elfo choca contra mi pierna, cae y lo ayudo a levantarse. Después de observarme detenidamente durante unos segundos, sale corriendo. Siempre causo ese tipo de impresiones en los niños pequeños, y hasta ahora no he comprendido por qué razón. Intento encontrar a Durkhar con la mirada, pero no lo veo por ninguna parte, así que me siento en un tronco caído a observar la actividad de la aldea.

Después de tantos años y tras escuchar innumerables leyendas sobre este bosque, aquí estoy, sana y salva, incluso hasta harán una celebración para mí. No le veo nada de temible a este bosque. Quizá sólo era para mantener a los niños entretenidos o a los curiosos fuera de los límites del bosque.

-Hola. – dice una voz dulce detrás de mí. Al girarme veo una elfo de mediana estatura, con cabello castaño claro, ojos verdes, piel muy blanca y una mirada dulce.

-Hola.

-Soy Nneka. – se presenta.

-Ginger. – digo distraídamente. -¿Quieres sentarte? – le ofrezco y me muevo un poco para que pueda sentarse a mi lado.

-¿De dónde vienes? – me pregunta con curiosidad.

-De Loomstang.

-Oh, jamás he ido ahí.

-Pues es un lugar no muy grande, poblado de humanos, con una bahía hermosa de agua cristalina. Y es todo lo que tienes que saber sobre Loomstang.

-Jamás he visto el mar o una bahía.

-¿En serio? – digo con los ojos bien abiertos.

-Los elfos no tenemos muchas razones para salir del bosque, todo lo que necesitamos está aquí. – dice un poco avergonzada.

-Pues yo jamás había estado en un bosque. Bueno, sólo una vez por un par de horas, y fue accidental el que yo estuviera ahí. – digo en un intento de animarla. Me muerdo el labio inferior al recordar ese día.

Asiente y nos quedamos en silencio durante varios minutos.

-¿Y qué haces tú en la aldea? – pregunto desinteresada, para romper el incómodo silencio.

-Por ahora me están entrenando para la cacería. Mi padre es Durkhar. - dice. Su voz es lo más dulce que jamás he escuchado. Una pequeña elfo se acerca a nosotras, me recuerda mucho a Soley. Le da una flor a Nneka y se va corriendo.

-Ella es Nessa, no habla. – explica Nneka.

-Oh. – exclamo.

-Cielos, tienes un lólindir tiwele. – dice sorprendida viendo hacia mi cuello.

-¿Un… - titubeo mientras sigo su mirada – Ah, esto. ¿Para qué sirve? – pregunto tomando entre mis dedos el pequeño rombo de cristal que cuelga de mi cuello. Me siento un poco ignorante.

-Es un espejo, hecho por elfos. Te permite ver a lo que tú más extrañas.



María José García Moncada