sábado, 10 de marzo de 2012

CAPÍTULO 24




Kyle y yo agradecemos y salimos de la choza. Ya afuera donde no hay nadie más le pregunto:

-¿Qué fue eso?

-¿De qué hablas?

-Estabas increíblemente molesto que ni siquiera querías que te tocara y…

-Nada, no fue nada. – me corta.

-Si estarás molesto el resto del día, es mejor partir ahora. – le advierto.

-No estoy molesto. – responde cortante.

-Bien. – contesto y me voy a buscar qué hacer dejando solo a Kyle.

La aldea es increíble, todos trabajan en grupo, todos parecen estar de buen humor y felices con lo que hacen. Un niño elfo choca contra mi pierna, cae y lo ayudo a levantarse. Después de observarme detenidamente durante unos segundos, sale corriendo. Siempre causo ese tipo de impresiones en los niños pequeños, y hasta ahora no he comprendido por qué razón. Intento encontrar a Durkhar con la mirada, pero no lo veo por ninguna parte, así que me siento en un tronco caído a observar la actividad de la aldea.

Después de tantos años y tras escuchar innumerables leyendas sobre este bosque, aquí estoy, sana y salva, incluso hasta harán una celebración para mí. No le veo nada de temible a este bosque. Quizá sólo era para mantener a los niños entretenidos o a los curiosos fuera de los límites del bosque.

-Hola. – dice una voz dulce detrás de mí. Al girarme veo una elfo de mediana estatura, con cabello castaño claro, ojos verdes, piel muy blanca y una mirada dulce.

-Hola.

-Soy Nneka. – se presenta.

-Ginger. – digo distraídamente. -¿Quieres sentarte? – le ofrezco y me muevo un poco para que pueda sentarse a mi lado.

-¿De dónde vienes? – me pregunta con curiosidad.

-De Loomstang.

-Oh, jamás he ido ahí.

-Pues es un lugar no muy grande, poblado de humanos, con una bahía hermosa de agua cristalina. Y es todo lo que tienes que saber sobre Loomstang.

-Jamás he visto el mar o una bahía.

-¿En serio? – digo con los ojos bien abiertos.

-Los elfos no tenemos muchas razones para salir del bosque, todo lo que necesitamos está aquí. – dice un poco avergonzada.

-Pues yo jamás había estado en un bosque. Bueno, sólo una vez por un par de horas, y fue accidental el que yo estuviera ahí. – digo en un intento de animarla. Me muerdo el labio inferior al recordar ese día.

Asiente y nos quedamos en silencio durante varios minutos.

-¿Y qué haces tú en la aldea? – pregunto desinteresada, para romper el incómodo silencio.

-Por ahora me están entrenando para la cacería. Mi padre es Durkhar. - dice. Su voz es lo más dulce que jamás he escuchado. Una pequeña elfo se acerca a nosotras, me recuerda mucho a Soley. Le da una flor a Nneka y se va corriendo.

-Ella es Nessa, no habla. – explica Nneka.

-Oh. – exclamo.

-Cielos, tienes un lólindir tiwele. – dice sorprendida viendo hacia mi cuello.

-¿Un… - titubeo mientras sigo su mirada – Ah, esto. ¿Para qué sirve? – pregunto tomando entre mis dedos el pequeño rombo de cristal que cuelga de mi cuello. Me siento un poco ignorante.

-Es un espejo, hecho por elfos. Te permite ver a lo que tú más extrañas.



María José García Moncada

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