La semana transcurre lento. Mis entrenamientos ya sólo son repaso
de todo lo que sé hacer. Intento ir a ver a Kyle casi todos los días, aunque a
veces lo encuentro dormido. En mis visitas me encuentro en el mismo lugar a
Hans, comienzo a sospechar que ya no es una coincidencia aunque él insiste en
que sí lo es. A decir verdad, su compañía se ha vuelto un poco incómoda. Un
chico que me besa la mano al despedirse, acompañándome hasta la puerta de la
enfermería donde se encuentra mi novio malherido; eso simplemente no puede
estar bien.
Por las noches, desde mi habitación, logro escuchar los sollozos
de Nneka, pausados y completamente llenos de dolor. Su sufrimiento y su
impotencia me duelen, más aún porque la entiendo y porque no sé qué hacer por
ella. Quiero regresar al bosque, aunque temo lo que sea que vayamos a encontrar.
Pero lo prometí y lo debo cumplir. Ahora no espero con muchas ansias el fin de
semana.
Por otra parte, ya no he estado llorando como niña pequeña porque
estoy cansada de todo esto. Supongo que así tienen que ser las cosas y así
serán. Tendré que aceptar lo que ahora soy y afrontar todo lo que eso
conlleva... sí, aunque por el momento no me agrade la idea en lo más mínimo. Aún
no se sabe la razón del ataque de los goblins y no hay pista alguna de en dónde
está mi familia, pero por lo menos sé que no están esperando con los brazos
cruzados esperando encontrar tres cadáveres. El pensamiento me sacude.
Mi entrenamiento como forthem finaliza la siguiente semana, debido
a que el verano acabará ya, y eso significa que los entrenamientos y el
movimiento en la Academia se reanudarán. Casi olvido por completo esa sensación
en el estómago cuando estaba por regresar a la escuela. Verdaderamente me
enfermaba tener que volver a clases y retomar mis rutinarios días en los que
sólo pensaba y anhelaba el momento en el que terminara eso.
A pesar de todo lo que ha pasado, creo que por fin encontré mi
lugar en este desastroso mundo. Tengo un destino y lo voy a seguir sin importar
nada. Puedo sentir dentro de mí, que es lo que debo hacer.
-Mi princesa, en este mundo se debe luchar por los sueños,
perseguirlos sin rendirse. Confía en ti, así como yo lo hago. - las palabras
que papá tanto me decía, resuenan en mi mente. Por un momento creo que me voy a
desplomar, extraño demasiado a mi familia. Incluso a mi madre, que no era muy
cercana a mis hermanos ni a mí. Mamá siempre estuvo ahí, silenciosa y
reservada. En estos momentos desearía haberla abrazado más, haberle dicho que
la amo. Sin embargo, no lo hice y ahora la culpa me corroe.
Hay una parte de mí que se siente responsable por lo que le pasó a
mi familia, mas sé que no es así, sin embargo no puedo ignorar ese sentimiento
tan persistente que perfora mi corazón. “Quizá
algún día me podrán perdonar.” Pienso.
Mañana es viernes y por fin darán de alta a Kyle, además mis
entrenamientos se redujeron a sólo tres horas, lo cual significaba que tenía
mucho más tiempo para Kyle. Lo malo es que es fin de semana y tendré que
regresar al bosque. Rehusándome a pensar otra cosa que podría arrebatarme de
mis preciadas horas de sueño, me rindo y dejo que el cansancio me invada hasta
caer dormida y despertar en mi mundo favorito: el de los sueños.
María José García Moncada
viernes, 31 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
CAPÍTULO 39
-Quiero
irme a casa, Kyle, yo no pedí nada de esto. No quiero ser especial, no quiero
ser un forthem. - sollozo. - Sólo quiero ser Ginger Greenwood, trabajar en la
biblioteca del señor Brickstone y cuidar de mi familia.
-Ven
aquí. - dice Kyle dando palmaditas en las blancas sábanas mientras se mueve
para hacerme espacio. De inmediato obedezco y me dejo caer a su lado hecha un
ovillo sin intentar detener las lágrimas que pedían salir a gritos.
Mientras
acaricia mi cabello, Kyle comienza a hablar:
-Ginger,
esto que está pasando no terminará porque tú lo pidas. Es solo una prueba más y
acabará cuando tenga que acabar. Tú eres fuerte, tú puedes con esto. Y aquí me
tienes a mí para ayudarte a sobrellevar todo, de tu lado jamás me iré.
Toma
con su mano mi barbilla y me besa. Un beso largo, tierno, dulce, lleno de todo
lo que en este momento me hace falta: amor.
-Eres
todo lo que tengo. - me susurra al oído. - Jamás te dejaré ir.
-Te
amo.
Me
quedo durante el resto de la tarde con Kyle, no quiero irme de su lado, me
siento incompleta cuando no está cerca de mí. Le cuento sobre Rah y más cosas
sobre mi entrenamiento. Intento no moverme mucho para no lastimar más su herida
y empeore. Durante el tiempo que estoy allí, una enfermera hace visitas
esporádicas y revisaba el vendaje. Kyle se ve mucho mejor que ayer. Quizá en
unos días ya esté de regreso conmigo, donde lo pueda ver y donde él me pueda
cuidar.
-Es
hora de que me vaya. Aunque no quisiera. - le digo cuando me percato de que ya
ha oscurecido.
-Sí,
es tarde y debes descansar. Aunque yo tampoco quiero que te vayas.
Me
levanto de su lado y lo ayudo a acomodarse nuevamente. Me atrapa nuevamente en
sus brazos y me besa. Comienzo a alejarme de él y a caminar hacia la puerta sin
decir nada más. Si hablo, creo que comenzaré a llorar de nuevo.
-¿Te
veré mañana? - me pregunta antes de salir.
-Aquí
estaré. - digo tragándome el nudo en mi garganta. -Descansa y recupérate.
Siento
ganas de correr hasta él y no irme. Quisiera poder quedarme aquí o que Kyle
regresara a nuestra habitación, lo necesito conmigo. Sin nada más que decir,
salgo de la enfermería y me dirijo nuevamente a mi habitación.
-¿Qué
tal está Kyle? - me pregunta Nneka al entrar en la habitación.
-Mejor.
-Me
ale... - se detiene en seco al verme.
-¿Qué?
-No
es nada.
Voy
al baño y me veo en el espejo, me veo totalmente hecha un desastre. Me lavo la
cara y regreso hasta donde Nneka. Suspiro y me encojo de hombros.
-Me
veo terrible, lo sé.
-¿Quieres
que te prepare algo? – pregunta intentando cambiar el rumbo de la conversación.
-No,
estoy bien.
-Casi
no has comido hoy. – dice algo preocupada.
Ignoro
lo que dijo y me siento en el sillón. Me percato de Nneka se tomó la molestia
de montar la base para Rah. También la jaula fue desempacada y puesta en la
habitación de Kyle, donde duermo por ahora.
-Debes
estar muy cansada. - dice rompiendo el silencio.
-Lo
estoy. – me esfuerzo para que mi voz no se rompa.
-¿Quieres
hablar? – pregunta cortésmente.
-No
en realidad. – respondo desanimada. –Lo siento, es sólo que no estoy
acostumbrada a hablar mucho sobre cómo me siento.
-Está
bien, entiendo.
-Estoy
cansada. – digo nuevamente.
-Entonces
duerme.
En
verdad me siento terrible, por lo general no me afectan tantas cosas al mismo
tiempo, pero ahora mi vida había cambiado y hay muchas personas que esperan
mucho de mí. Y el hecho de que hayan depositado su confianza en una adolescente
de sólo dieciséis años, me agobia, porque no quisiera decepcionar a nadie.
-Lo
intentaré. – digo tragándome todo lo que quisiera decir en este momento.
-Buenas
noches.
-Buenas
noches, Ginger. Descansa.
Me
dirijo a la habitación de Kyle y me meto en la cama. Repaso los hechos de hoy: Nneka,
Rah, Kyle. Hans…
María José García Moncada
miércoles, 22 de mayo de 2013
CAPÍTULO 38
-¿Podrías
decirme dónde está?
-Mejor
aún, yo te llevaré. - dice con una sonrisa que creí que sólo la tenían los
niños cuando les regalan algún juguete.
Hans
es atractivo. Muy atractivo y caballeroso. Hace un ademán para que lo siga y
caminamos lento.
-He
escuchado rumores sobre tu familia, ¿son ciertos? - Hans pregunta tímidamente.
-Depende
de qué rumores hayas escuchado.
-Que
los - vacila, e intenta retener la palabra como si me doliera cuando la dicen -
raptaron.
Sí,
me dolió.
-Sí,
tan ciertos como que yo sigo aquí encerrada mientras nadie hace nada por mi
familia.
-¿Que
nadie hace nada? - pregunta casi ofendido y me encojo de hombros. Para ser la
primera vez que hablamos, parece tener mucha confianza.
-De
verdad no estás enterada de absolutamente nada. - bufa Hans.
-Parece
ser que sabes más de lo que yo desearía saber. - digo mientras veo a Hans de
reojo.
-Es
el precio de que mi entrenadora sea la esposa del dirigente del ejército que
Langrock tiene a su servicio.
-Eso
no lo sabía. - susurro.
Un
largo silencio se extiende mientras caminamos. Más pasillos y puertas. Veo de
reojo a Hans mientras no me está mirando. Tiene la apariencia de un guerrero;
es fuerte, alto, como si fuera de hierro. Totalmente inquebrantable.
-Bien,
aquí es. - dice Hans y nos detenemos frente a unas puertas de madera vieja. El
olor antiséptico llega hasta mi nariz.
-Muchas
gracias. - le agradezco y me dispongo a entrar cuando Hans me detiene poniendo
su cálida y grande mano sobre la mía. Lo miro a los ojos.
-No
fue nada. - sonríe de manera dulce y besa mi mano delicadamente. -Hasta pronto.
Antes
de poder hacer o decir algo, Hans sale disparado por el pasillo. ¿Qué demonios
fue eso? Me quedo parada frente a las puertas de la enfermería durante varios
segundos intentando salir de la bruma que invadió mi mente con lo que acaba de
hacer Hans. Sacudo la cabeza, intentando alejar ese pensamiento y atravieso las
puertas.
La
enfermería es amplia y hay filas de camillas pegadas a lo largo de las paredes
laterales. Sólo una camilla está ocupada, y no puede ser nadie más que Kyle.
-¿Kyle?
-Gin,
¿eres tú?
-Sí,
soy yo. - digo mientras corro hasta la última camilla del lado derecho donde está
Kyle tendido.
Me
siento en la orilla de la camilla sin mover demasiado a Kyle. Toma mi mano y
entrelaza sus dedos con los míos.
-¿Cómo
estás? - me pregunta examinándome con la mirada. El dulce sonido de su voz me
reconforta y me hace sentir como si aún estuviera en casa y nada de estas cosas
hubiera pasado jamás.
-No
importa, ¿cómo estás tú?
-Yo
bien, recuperándome. No fue nada. - me sonríe. - Pero tú te ves muy cansada. -
me dice mientras acaricia mi mejilla con una de sus manos.
-No
he logrado dormir. – confieso.
-Tranquila.
- me consuela Kyle. Había estado luchando contra mí misma para no derramar esas
lágrimas que desgarraban mi garganta y reclamaban que las dejara ir. Me enjuago
las lágrimas con la manga de mi suéter en un intento de pararlas.
-Lo
siento, yo… - comienzo, pero mi voz se quiebra. –Estúpidas lágrimas que no se
detienen.
Kyle
curva sus labios hacia arriba en una sonrisa.
-Déjalo,
Gin, está bien.
María José García Moncada
viernes, 17 de mayo de 2013
CAPÍTULO 37
-¿Ginger?
- interrumpe Nneka mis charlas mentales. Gracias al cielo.
-¿Qué
pasa? - respondo distraídamente.
-¿Crees
que estén vivos? - pregunta con la voz quebrada. Mi estómago se oprime porque
sé perfectamente a quién se refiere Nneka y no me había tomado ni la más mínima
molestia de pensar en ello.
-No
lo sé. - suspiro. No me gusta mentir ni hacerles falsas esperanzas a las
personas, pero aún tengo fe en que hay posibilidades de que no haya muerto
alguno de sus seres queridos. Creo que yo me sentiría en parte culpable, puesto
que debí quedarme a pelear en lugar de huir como cobarde mientras alguien más
daba la cara por mí. Aunque aún no sé bien la razón específica de aquella
emboscada de los goblins.
Llegamos
al lago.
-Anda,
vuela. - le digo a Rah sonriéndole. Pía como si agradeciera mi orden y al
instante despliega sus majestuosas alas de espléndidos rojos y naranjas.
-Es
simplemente hermoso.
-Lo
sé. - digo viendo aún a Rah surcando los aires. Giro mi mirada hacia Nneka, ve
con ojos encantados el lago cristalino.
-Oh,
sí. Es mi lugar favorito del castillo. - añado.
Nos
sentamos en una de las grandes rocas que me senté en los primeros días que
estuve aquí en la Academia. Cuando aún no podía siquiera asimilar todo lo que
había pasado. Sigo sin poder hacerlo, pero ya es un poco más normal para mí
despertar en una habitación que no es la mía. No asistir a la misma escuela
todas las mañanas donde me enseñaban Matemáticas.
-¿Por
qué no vas con Kyle tú mientras yo me quedo aquí? - me pregunta Nneka.
-¿Estás
segura? - vacilo, pero a decir verdad me agrada bastante la idea.
-Sí,
segura. - contesta con una linda sonrisa.
-Bien,
te veo luego en la habitación. - le digo retrocediendo dos pasos. - Oh, por
cierto, ¿podrías llevarte a Rah cuando te vayas? Solo debes silbar así, - silbo
las dos notas - y él vendrá.
-Con
gusto. Nos vemos más tarde.
Me
doy media vuelta y camino con un paso un poco acelerado, ansiosa por ver a mi
Kyle. Estando ya en las escaleras del vestíbulo, siento una punzada en el
estómago. Supongo que es por la pesadilla que tuve anoche. Aguzo mis oídos al
máximo y camino con paso decidido, mirando a todos lados en busca de alguna
figura humana.
-Tranquila,
son solo tus malditos nervios. - me digo a mi misma intentando calmarme.
Escaleras.
Pasillos. Puertas cerradas. Nada que diera indicios de que yo estuviera cerca
de la enfermería. Continúo caminando de manera un poco más lenta.
-¿Estás
perdida? – pregunta una voz ronca desde las sombras.
-Demonios.
– me detengo en seco y me llevo una mano al corazón. – Me asustaste.
Ríe
en voz baja y se acerca a mí.
-Lo
siento. ¿Qué buscas?
-La
enfermería. ¿Sabes dónde está?
-¿Estás
bien?
-Sí,
es sólo que acaban de asustarme unos segundos antes. – digo intentando no
parecer nerviosa u hostil.
Los
ojos de Hans son simplemente hermosos. No puedo creer que no me haya percatado
de eso. La verdad es que tengo algo extraño con los ojos de las personas,
generalmente es lo primero que veo. Papá siempre me decía "Los ojos son la
ventana del alma" y creo que tiene mucha razón. Los ojos jamás engañan.
-¿Sabes
dónde está? - pregunto después de una larga pausa.
-Sí.
María José García Moncada
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