Me
levanto de mi asiento antes de terminar y coloco mi plato en el fregadero. Si
como un poco más mi estómago expulsará lo poco que tiene dentro y no me agrada
mucho esa idea.
-Bien.
- suspiro.
-Andando.
- dice Nneka entusiasmada poniéndose de pie.
Estando
ambas en el marco de la puerta le silbo a Rah y vuela hasta posarse en mi
hombro. Cierro la puerta detrás de mí.
-¿Quién
más vive aquí? - pregunta Nneka mirando las demás puertas.
-Los
demás forthems. Amber, Klaus y Hans.
Nneka
hace una expresión de asombro.
-¿Te
tratan bien?
-Pues,
Amber es una linda persona. Y con Hans jamás he hablado. - hice una pausa
intentando no recordar el pequeño incidente de anoche con Klaus. - Y Klaus es…
Klaus.
-Supongo
que Klaus es el joven de anoche.
Demonios,
sí lo recordaba.
-Sí.
- digo encogiéndome de hombros un poco avergonzada. -En fin, ¿por dónde quieres
empezar?
-Por
donde quieras.
-Creo
que los jardines son un buen comienzo.
Nos
encaminamos hacia las enormes puertas de entrada para ir a los jardines
mientras le explicaba lo poco que sabía del castillo. No era precisamente la
mejor guía, pero por lo menos sabía lo que decía. Empujo la puerta con un poco
de esfuerzo y salimos por ella.
Dejo
que el aire fresco se filtre por mis pulmones y que el viento acaricie mi
rostro. A veces deseo que esto solo sea uno de esos sueños extraños que suelo
tener y que en algún momento despertaré y estaré esperando a Kyle que llegue de
la marina.
Kyle...
al decir en mi mente su nombre, me da un vuelco el corazón. No puedo esperar a
verlo, necesito saber si está bien.
-Vamos.
– le digo a Nneka acelerando un poco el paso debido a mis ganas de ver a Kyle.
-Ginger.
-Dime.
-¿Estás
bien? - pregunta Nneka escudriñando mi rostro.
-Sí,
¿por qué? – digo evitando hacer contacto visual.
-Estás
muy pálida.
-Estoy
cansada, más tarde dormiré un poco. - trato de calmarla. - ¿Tú estás bien?
-Sí,
no me quejo. - dice encogiéndose de hombros.
-Recuerda
lo que te dije anoche. Hice una promesa y la cumpliré, ¿de acuerdo?
Nneka
asiente tímidamente y se limita a apartar sus ojos de mi vista.
Quizá
yo sea una adolescente dramática y no tenga ni la menor idea de lo que es
sufrir. O tal vez, sólo tal vez, todo lo que pasa es lo suficientemente malo
como para querer ignorarlo, salir corriendo y dejar todo atrás. Hay momentos en
los que realmente desearía estar en mi cama y tener mi vida rutinaria en
Loomstang, no magia, no poderes, no nada de lo que ahora tengo o me rodea.
Quiero ser normal otra vez.
María José García Moncada
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