-¿Ginger?
- interrumpe Nneka mis charlas mentales. Gracias al cielo.
-¿Qué
pasa? - respondo distraídamente.
-¿Crees
que estén vivos? - pregunta con la voz quebrada. Mi estómago se oprime porque
sé perfectamente a quién se refiere Nneka y no me había tomado ni la más mínima
molestia de pensar en ello.
-No
lo sé. - suspiro. No me gusta mentir ni hacerles falsas esperanzas a las
personas, pero aún tengo fe en que hay posibilidades de que no haya muerto
alguno de sus seres queridos. Creo que yo me sentiría en parte culpable, puesto
que debí quedarme a pelear en lugar de huir como cobarde mientras alguien más
daba la cara por mí. Aunque aún no sé bien la razón específica de aquella
emboscada de los goblins.
Llegamos
al lago.
-Anda,
vuela. - le digo a Rah sonriéndole. Pía como si agradeciera mi orden y al
instante despliega sus majestuosas alas de espléndidos rojos y naranjas.
-Es
simplemente hermoso.
-Lo
sé. - digo viendo aún a Rah surcando los aires. Giro mi mirada hacia Nneka, ve
con ojos encantados el lago cristalino.
-Oh,
sí. Es mi lugar favorito del castillo. - añado.
Nos
sentamos en una de las grandes rocas que me senté en los primeros días que
estuve aquí en la Academia. Cuando aún no podía siquiera asimilar todo lo que
había pasado. Sigo sin poder hacerlo, pero ya es un poco más normal para mí
despertar en una habitación que no es la mía. No asistir a la misma escuela
todas las mañanas donde me enseñaban Matemáticas.
-¿Por
qué no vas con Kyle tú mientras yo me quedo aquí? - me pregunta Nneka.
-¿Estás
segura? - vacilo, pero a decir verdad me agrada bastante la idea.
-Sí,
segura. - contesta con una linda sonrisa.
-Bien,
te veo luego en la habitación. - le digo retrocediendo dos pasos. - Oh, por
cierto, ¿podrías llevarte a Rah cuando te vayas? Solo debes silbar así, - silbo
las dos notas - y él vendrá.
-Con
gusto. Nos vemos más tarde.
Me
doy media vuelta y camino con un paso un poco acelerado, ansiosa por ver a mi
Kyle. Estando ya en las escaleras del vestíbulo, siento una punzada en el
estómago. Supongo que es por la pesadilla que tuve anoche. Aguzo mis oídos al
máximo y camino con paso decidido, mirando a todos lados en busca de alguna
figura humana.
-Tranquila,
son solo tus malditos nervios. - me digo a mi misma intentando calmarme.
Escaleras.
Pasillos. Puertas cerradas. Nada que diera indicios de que yo estuviera cerca
de la enfermería. Continúo caminando de manera un poco más lenta.
-¿Estás
perdida? – pregunta una voz ronca desde las sombras.
-Demonios.
– me detengo en seco y me llevo una mano al corazón. – Me asustaste.
Ríe
en voz baja y se acerca a mí.
-Lo
siento. ¿Qué buscas?
-La
enfermería. ¿Sabes dónde está?
-¿Estás
bien?
-Sí,
es sólo que acaban de asustarme unos segundos antes. – digo intentando no
parecer nerviosa u hostil.
Los
ojos de Hans son simplemente hermosos. No puedo creer que no me haya percatado
de eso. La verdad es que tengo algo extraño con los ojos de las personas,
generalmente es lo primero que veo. Papá siempre me decía "Los ojos son la
ventana del alma" y creo que tiene mucha razón. Los ojos jamás engañan.
-¿Sabes
dónde está? - pregunto después de una larga pausa.
-Sí.
María José García Moncada
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