-Vamos a caminar un poco. – me invita Kyle.
-Vamos.
Comenzamos a recorrer los alrededores de la
aldea tomados de la mano. Los pajarillos cantando, el sonido del viento entre
las hojas de los árboles, el olor a naturaleza. Todo parece tan lento y
perfecto estando aquí. Me acerco más a Kyle y comienzo a relatarle mi clase de
cacería con Nneka, y todos los consejos que me dio.
Después de algunos minutos de estar caminando
llegamos a un pequeño quiosco de mármol en el centro de un lago. Como si
nuestros pies estuvieran sincronizados, caminamos los dos por el pequeño camino
rocoso que hay en la orilla del lago hasta el quiosco.
-Es hermoso. – pienso en voz alta.
-Lo es.
Kyle toma mi rostro entre sus manos y me besa
suavemente. Quisiera saber si es posible que alguien en este mundo se moleste
con él. Desde pequeña consideré a Kyle parte de mi familia, pero jamás creí que
las cosas entre nosotros llegarían a este punto. Sin embargo, no me arrepiento.
-Te amo más que a nada, Ginger Greenwood.
-Y yo a ti Kyle Farrow.
Abrazados nos quedamos durante un buen tiempo
parados en el centro del hermoso quiosco hasta que digo:
-Deberíamos regresar ya.
-Sí.
Caminamos de regreso a la aldea, donde Asren llega en compañía de Durkhar. Toda la aldea se ha alistado y están todos reunidos donde yacen las mesas, sólo faltamos nosotros.
La Aldea está conformada por no más de cincuenta elfos. Logro ver a Nneka, en la mesa del centro y me hace una seña para ir hasta donde ella está. Tomo de la mano a Kyle y nos abro paso hasta donde se encuentra. Asren da un par de golpecitos en el suelo con su báculo para imponer orden. Al instante todos guardan silencio.
-Gracias. – dice con voz ronca. – Que comience el banquete.
-Creí que daría algún discurso. – le susurro a
Nneka. Ríe un poco y añade:
-No, mi abuelo es una persona de pocas palabras. Además los rumores corren muy rápido aquí y no es necesario repetir la razón por la que estamos celebrando, ya que todos la sabemos.
Nos sentamos en las sillas frente a nosotros, en nuestra misma mesa está Durkhar, Asren, y algunos otros elfos que no conozco sus nombres. Comienzo por probar un estofado delicioso. ¿A caso hay algo que no hagan bien los elfos?
Todos se portan muy amables conmigo, me
sonríen y me recomiendan probar el platillo que están comiendo.
Una elfo que está sentada en la misma mesa que
yo, se presenta cortésmente conmigo, su nombre es Syra. Es rubia y de ojos
azules como el cielo; tan hermosa como todo elfo parece ser.
-Que lo disfrutéis. – dice con una ligera
inclinación de cabeza.
Un sonido metálico comienza a oírse, todos se
alarman y se ponen en pie. La intensidad va aumentando.
-Goblins. – susurra Nneka. La volteo a ver en busca de alguna respuesta, pero se queda petrificada.
María José García Moncada
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