domingo, 6 de enero de 2013

CAPÍTULO 30

-Bien, ese es el baño, la cocina y tu dormirás ahí. - le digo apuntando a mi recámara. Me dirijo a la cocina y le pregunto: - ¿Quieres comer algo?

Un golpe seco se escucha y volteo a ver a Nneka alarmada. Suelto una palabrota y corro hasta ella, que yace tendida en el piso.

-Vamos, Nneka, no me hagas esto.

Paso mis manos con cuidado debajo de ella para levantarla, no es muy pesada, así que la cargo sin trabajo hasta mi habitación y la coloco en la cama. Voy a la cocina, humedezco una franela y se la coloco en la frente. No pasan muchos minutos cuando vuelve en sí.

-¿Qué pasó? - dice Nneka exaltada.

-Te desmayaste.

-Y... ¿cuánto tiempo pasó?

-No mucho, sólo algunos minutos. ¿Quieres que te traiga algo? - le pregunto.

-Sólo un vaso de agua, por favor. - dice desconcertada. Voy a la cocina por un vaso de agua y regreso a la habitación.

-Si necesitas algo, estaré en la habitación de al lado. - digo con voz plana.

-Ginger.

-¿Sí?

-¿Tú estás bien? - pregunta escudriñando mi rostro.

-No te preocupes, ya habrá tiempo de hablar. Debes descansar. - digo evadiendo el tema.

-Gracias.

Le sonrío y salgo de la habitación. Me doy un baño y me quedo mirándome frente al espejo durante varios minutos. Recorro mi clavícula con los dedos, subo hasta mi cara y toco las manchas oscuras que se han formado debajo de mis ojos. He cambiado en muy poco tiempo, puedo decirlo.


Me meto en la cama de Kyle aspirando su dulce aroma impregnado en la almohada. Tras varios intentos de dormir, me rindo, me pongo mi uniforme y me decido por ir a ver a Kyle. Sé que necesito dormir, pero no puedo, me es imposible quedarme quieta. Ni siquiera puedo dejar de pensar en algo por un segundo. Subo las escaleras del vestíbulo. Sinceramente no tengo ni la menor idea de dónde queda la enfermería aquí en el castillo, a menos de que la única enfermería que haya sea la que está en la Cápsula Deportiva, pero lo dudo mucho. Aguzo la nariz con la esperanza de que ese peculiar olor a hospital llegue a mí en cualquier momento.


Todo está en un abismal silencio, escucho el eco de mis pasos resonando en las paredes del pasillo. Subo dos pisos y de pronto, como si la temperatura hubiera descendido notablemente, comienzo a temblar. Al final del pasillo aparecen Amber, Klaus y Hanz, pero no parecen ellos, sus rostros inspiran odio e ira, los ojos de todos son rojos. Comienzo a correr, el miedo me invade, pero me hace correr más rápido. Bajo las escalenas y ellos van detrás de mí pisándome los talones. Llego al vestíbulo y tropiezo en el último escalón.





María José García Moncada

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