-¿Cómo
se llama? - rompo el silencio.
-Eso
lo decidirás tú.
-¿Ahora?
-Si
así lo quieres. - dice James haciendo un gesto de aprobación.
-Veamos,
¿cómo podría llamarte, pequeño amigo rojo? - le pregunto al ave como si pudiera
contestarme. Pía un par de veces.
-Existen
muchas leyendas acerca de estas aves. Estas leyendas provienen de una antigua
tierra llamada Egipto, dicen que el ave fénix goza de la inmortalidad.
-Fantástico.
-Creo
que lo llamaré Rah. - digo pensativa. He leído libros sobre una antigua cultura
egipcia, y se decía que estaban conectadas con dos dioses: Osiris y Rah.
-Entonces
Rah será.
-Rah.
- susurro. Al instante extiende sus majestuosas alas y pía con fuerza. -Genial.
Desde
que llegué a la Academia las sorpresas no paran. Después de todo, las cosas no
son tan malas aquí, de hecho comienza a agradarme estar en la Academia.
Al
terminar mi tiempo en el gimnasio, me dirijo a los jardines con Rah en el
hombro. Me detengo en la orilla del lago.
-Anda,
vuela un poco. - le digo a Rah, le acaricio la cabeza y emprende el vuelo al
instante. Es magnífico ver cómo despliega sus alas, cómo el viento se desliza
entre sus plumas, cómo planea sin problema alguno.
El
verano está por terminar. Las primeras hojas comienzan a caer, el otoño ya
viene, pero esto también significa que las labores en la Academia se
reanudarán.
Me
siento unos minutos a la orilla del lago, contemplando la calma que gobierna en
este hermoso lugar. No puedo estar mucho tiempo aquí, puesto que le prometí a Nneka
que comeríamos juntas. Tendré que usar un silbido diferente al de Kendra para
llamar a Rah. Repaso unos pocos en voz baja hasta que encuentro el apropiado.
Repito
el silbido de dos notas varias veces hasta que logro ver a Rah descendiendo
poco a poco hasta posarse nuevamente en mi hombro. Me dirijo a mi habitación
con el paso un poco lento.
-¡Ginger!
- exclama Nneka desde la cocina con una gran sonrisa al momento que entro en la
habitación.
-¿Qué
tal? - la saludo devolviéndole la sonrisa. - ¿Has dormido bien?
-Algo.
-dice encogiéndose de hombros. - Santo cielo, es hermoso. - suelta al ver a Rah
posado en mi hombro.
-Se
llama Rah.
-En
casa tuve la oportunidad de ver un par de estos, pero jamás tan cerca. - dice
acercándose a mí. -¿Es tuyo?
-Sí,
larga historia. – respondo y decido que no es momento para contar lo sucedido.
María José García Moncada
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