El director Godfrey mira a Frederick y
asiente. Ambos se sonríen. Aún no logro comprender qué pasó si no hice absolutamente
nada.
-Sí señor, estoy demente, pero sé lo que hago.
- le dice Frederick a Kyle. Logro ver que Kyle se encoge de
hombros.
La esfera en llamas sigue ante mis ojos
suspendida en el aire. Kyle y yo tenemos la mirada fija en la esfera.
-Señor Farrow, ¿podría acompañarme para
mostrarle su habitación? - dice el director con una gran sonrisa. ¿Eso quiere
decir que soy la cuarta forthem?
Kyle asiente y salen de la habitación,
dejándonos solos a Frederick y a mí.
-Señorita... - comienza Frederick.
-Ginger Greenwood. - lo interrumpo.
-Señorita Greenwood, a juzgar por su
expresión, puedo deducir que no sabe qué sucede.
-Hace excelentes deducciones, señor. - digo
intentando calmarme. Frederick ríe.
-Permítame explicarle. Tome asiento, por favor,
- dice apuntando a la silla que hay frente al escritorio. - solo los poderes de
un auténtico forthem tienen una especie de mecanismo de defensa.
Continúa explicando un sinfín de cosas que
sinceramente no escucho por lo aturdida que me siento en estos momentos.
-¿Quiere decir que piensan por sí solos? -
digo un poco sobresaltada en algún punto de la conversación.
-Sí, bueno... algo así. Piensan por sí solos,
pero para ti. Como si te protegieran de algún peligro que no eres capaz de prever.
-Disculpe, señor, pero yo no creía que me
fuera a recibir de esa manera. - digo en tono un poco ofendido.
-¡Eso es! Precisamente así funciona esto,
señorita. - dice como si fuera una ironía. Estoy comenzando a ponerme nerviosa,
este tema me pone muy intranquila. ¿Por qué se llevaron a Kyle?
-¿Cuando comienzan mis entrenamientos? - pregunto
intentando acabar la conversación lo antes posible.
-Podrían comenzar hoy mismo, pero creo que le
vendría mejor un descanso. Quizá sea conveniente que espere hasta mañana.
-Bien. - asiento y hago un ademán de
levantarme.
-Señorita Greenwood, una última cosa - me
detengo y volteo a verlo - tómese las cosas con calma.
Sin decir nada salgo de la habitación y bajo
al vestíbulo. Ahí están Kyle y el director Godfrey, admirando las espadas y los
escudos que están colgados en la pared.
-Ginger - dice Kyle y lo abrazo.
-Señorita Greenwood. Señor Farrow. - inclina
un poco la cabeza y se retira a su oficina. Ya que cerró la puerta veo a los
ojos a Kyle.
-Te llevaré a nuestra habitación. - dice Kyle
tratando de animarme. Me toma de la mano y nos dirigimos a un pasillo que no
había visto. Llegamos a una habitación con cuatro puertas. Cada una tiene
detalles grabados que no logro entender, así que no les pongo mucha atención.
Kyle abre la última puerta de la derecha, entramos y la cierra detrás de él. Es
una habitación bastante amplia, dos recámaras con baño, una sala de estar y una
cocina con barra. A mi parecer es bastante lujosa, más de lo que estoy
acostumbrada. Los muebles son antiguos y muy elegantes, la pared
tiene un tapiz
color rosa opaco y el piso grisáceo.
Me siento en el sillón con Kyle y suspiro.
-¿Estás bien Ginger? - pregunta Kyle algo
preocupado.
-Sí, solo un poco cansada.
Me envuelve en sus brazos y al poco tiempo
Kyle se queda dormido. Necesito
pensar, despejar mi mente. Salgo sigilosamente de la habitación y me dirijo a
los jardines que se veían desde la oficina del profesor Frederick. Conforme voy
acercándome, un olor a flores se filtra hasta mis pulmones.
Orquídeas,
tulipanes, rosas, claveles, gladiolas, magnolias, gardenias... hay cualquier
tipo de flor que puedas imaginar en este lugar. Me acerco a un rosal y huelo
una de las flores, tan delicada, tan frágil. Sigo caminando por el angosto
sendero que hay entre las plantas, hasta llegar a un pequeño lago rodeado de
árboles. Elijo el árbol más cercano al lago y trepo hasta la primera rama.
Me recargo en el tronco, cierro los ojos y dejo que los sonidos de la
naturaleza inunden mis oídos. Mi respiración es lenta, tranquila.
-Oye,
¿qué haces ahí arriba? - pregunta una voz risueña. Abro los ojos para buscar de
donde proviene esa voz, pero no veo a nadie.
-No estarás ignorándome, ¿o sí?
Escudriño mis alrededores, pero sigo sin ver a
nadie.
María José García Moncada
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