martes, 10 de enero de 2012

CAPÍTULO 10




El director Godfrey mira a Frederick y asiente. Ambos se sonríen. Aún no logro comprender qué pasó si no hice absolutamente nada.

-Sí señor, estoy demente, pero sé lo que hago. - le dice Frederick a Kyle. Logro ver que Kyle se encoge de hombros.

La esfera en llamas sigue ante mis ojos suspendida en el aire. Kyle y yo tenemos la mirada fija en la esfera.

-Señor Farrow, ¿podría acompañarme para mostrarle su habitación? - dice el director con una gran sonrisa. ¿Eso quiere decir que soy la cuarta forthem?

Kyle asiente y salen de la habitación, dejándonos solos a Frederick y a mí.

-Señorita... - comienza Frederick.

-Ginger Greenwood. - lo interrumpo.

-Señorita Greenwood, a juzgar por su expresión, puedo deducir que no sabe qué sucede.

-Hace excelentes deducciones, señor. - digo intentando calmarme. Frederick ríe.

-Permítame explicarle. Tome asiento, por favor, - dice apuntando a la silla que hay frente al escritorio. - solo los poderes de un auténtico forthem tienen una especie de mecanismo de defensa.

Continúa explicando un sinfín de cosas que sinceramente no escucho por lo aturdida que me siento en estos momentos.

-¿Quiere decir que piensan por sí solos? - digo un poco sobresaltada en algún punto de la conversación.

-Sí, bueno... algo así. Piensan por sí solos, pero para ti. Como si te protegieran de algún peligro que no eres capaz de prever.

-Disculpe, señor, pero yo no creía que me fuera a recibir de esa manera. - digo en tono un poco ofendido.

-¡Eso es! Precisamente así funciona esto, señorita. - dice como si fuera una ironía. Estoy comenzando a ponerme nerviosa, este tema me pone muy intranquila. ¿Por qué se llevaron a Kyle?

-¿Cuando comienzan mis entrenamientos? - pregunto intentando acabar la conversación lo antes posible.

-Podrían comenzar hoy mismo, pero creo que le vendría mejor un descanso. Quizá sea conveniente que espere hasta mañana.

-Bien. - asiento y hago un ademán de levantarme.

-Señorita Greenwood, una última cosa - me detengo y volteo a verlo - tómese las cosas con calma.

Sin decir nada salgo de la habitación y bajo al vestíbulo. Ahí están Kyle y el director Godfrey, admirando las espadas y los escudos que están colgados en la pared.

-Ginger - dice Kyle y lo abrazo.

-Señorita Greenwood. Señor Farrow. - inclina un poco la cabeza y se retira a su oficina. Ya que cerró la puerta veo a los ojos a Kyle.

-Te llevaré a nuestra habitación. - dice Kyle tratando de animarme. Me toma de la mano y nos dirigimos a un pasillo que no había visto. Llegamos a una habitación con cuatro puertas. Cada una tiene detalles grabados que no logro entender, así que no les pongo mucha atención. Kyle abre la última puerta de la derecha, entramos y la cierra detrás de él. Es una habitación bastante amplia, dos recámaras con baño, una sala de estar y una cocina con barra. A mi parecer es bastante lujosa, más de lo que estoy acostumbrada. Los muebles son antiguos y muy elegantes, la pared tiene un tapiz color rosa opaco y el piso grisáceo.

Me siento en el sillón con Kyle y suspiro.

-¿Estás bien Ginger? - pregunta Kyle algo preocupado.

-Sí, solo un poco cansada.

Me envuelve en sus brazos y al poco tiempo Kyle se queda dormido. Necesito pensar, despejar mi mente. Salgo sigilosamente de la habitación y me dirijo a los jardines que se veían desde la oficina del profesor Frederick. Conforme voy acercándome, un olor a flores se filtra hasta mis pulmones.

Orquídeas, tulipanes, rosas, claveles, gladiolas, magnolias, gardenias... hay cualquier tipo de flor que puedas imaginar en este lugar. Me acerco a un rosal y huelo una de las flores, tan delicada, tan frágil. Sigo caminando por el angosto sendero que hay entre las plantas, hasta llegar a un pequeño lago rodeado de árboles. Elijo el árbol más cercano al lago y trepo hasta la primera rama. Me recargo en el tronco, cierro los ojos y dejo que los sonidos de la naturaleza inunden mis oídos. Mi respiración es lenta, tranquila.

-Oye, ¿qué haces ahí arriba? - pregunta una voz risueña. Abro los ojos para buscar de donde proviene esa voz, pero no veo a nadie.

-No estarás ignorándome, ¿o sí?

Escudriño mis alrededores, pero sigo sin ver a nadie.



María José García Moncada

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