jueves, 5 de enero de 2012

CAPÍTULO 7



Kyle me mira fijamente sin hacer ninguna expresión ni decir palabra alguna. Trato de evitar su mirada, pero es imposible, tiene una mirada muy penetrante.

-Deja de mirarme así - le digo.

La casa de Kyle no es más pequeña que la mía. Kyle vive solo, cuando tenía doce años sus padres murieron mientras trabajaban en un estado a unas horas de aquí. Fue hijo único, por lo que la casa pasó directamente a ser solo de él. Desde entonces aprendió a ser autosuficiente, jamás quiso irse a vivir con algún familiar o pariente y se negó rotundamente a ser llevado a un orfanato, por lo que papá se ofreció a ser su tutor, hasta alcanzar la mayoría de edad. En ese tiempo, papá me enviaba hasta aquí todas las tardes para traerle comida, me atrevo a decir que Kyle llegó a quererlo como algo cercano a un padre desde su pérdida.

Llego a la conclusión de que los encapuchados tienen que ver con el amo de las tinieblas o el emperador, o quien sea y que por lo tanto, el señor Brickstone también. La pregunta a todo esto es: ¿cómo supieron que yo era un forthem? Si es que soy eso. En fin, ya no quiero pensar más en esto. El sólo pensarlo me asusta, sacudo la cabeza intentando borrar mis pensamientos. Me levanto del sillón y me dirijo a la cocina con Kyle, desayunamos y después me acompaña a mi casa por ropa. 

-Te quedarás en mi casa hasta que...

-Oh, no Kyle, no quiero causar molestias - lo interrumpo.

-Ginger, tú te quedarás en mi casa y punto. - dice en tono firme.

En realidad no me molesta quedarme en casa de Kyle, puesto que no me apetece estar en mi casa, y menos aún con todo lo sucedido.

Al entrar a mi casa, o a lo que era mi casa, se forma un nudo en mi garganta, subo las escaleras  y meto en una mochila algo de ropa y una foto familiar que había en la sala. También guardo la poca comida que hay en la alacena, porque seguramente los suministros escasearán rápidamente en casa de Kyle. Intento fijar la mirada en lo que estoy haciendo, evitando mirar mi alrededor. Regresamos a  su casa sin pronunciar ninguna palabra en todo el camino.

Estamos en la puerta cuando Kyle me detiene de la mano y toma mi rostro entre sus manos, intento liberarme al instante, pero se rehúsa a dejarme. No me gusta hacer contacto visual cuando me siento destrozada por dentro, no me gusta que me vean llorar, aunque Kyle ya lo ha hecho más de veinte veces. Mis ojos se inundan de lágrimas y no puedo evitar dejarlas escapar.

-Ginger, - su voz tiene ese tono suave y tierno que tanto me reconforta - todo va a estar bien, ¿sí? - asiento y me envuelve entre sus brazos - Tranquila.

Entramos a la casa y guardo la comida de mi mochila en la alacena y Kyle me instala en una habitación desocupada. Intento controlarme para que mi voz no se quiebre y le agradezco lo que ha hecho por mí, el sólo asiente sin pronunciar palabra alguna y sale de la habitación.

Guardo mi ropa en los cajones del tocador y pongo la foto en el espejo. Me siento en el borde de la cama sin saber siquiera qué hacer. Me levanto y me dirijo a la habitación de Kyle.

-Kyle, ¿qué día es hoy? - pregunto.

-Domingo - contesta con voz ronca.

-Entonces... ¿cuánto tiempo falta para mi cumpleaños? - pregunto dudosa.

-Una semana exactamente.

-Oh... - exclamo y regreso a mi habitación.

"¿Tanto tiempo estuve encerrada en las catacumbas o lo que sea que fuera ese lugar?" pienso. Creo que aún no he digerido todo lo que Kyle me reveló esta mañana. Me recuesto en la cama a analizar todo lo que ahora sé y las supuestas obligaciones que ahora tengo con la comunidad mágica, pero al cabo de un rato me quedo dormida. Ningún sueño.

Por la mañana, Kyle me levanta muy temprano. Ni siquiera ha amanecido aún.

-Te llevaré a la ORP, Ginger – dice en voz baja y me apresura.

-¿Ahora? ¿No puedes esperar a que al menos amanezca? – pregunto adormilada.

-Mientras más pronto sepan que ya apareciste, mejor.

-No quiero ir, Kyle. – digo con voz apagada.

-Vamos, Ginger, no me hagas esto ahora.



Después de tener una batalla interna, me visto con cualquier cosa y bajo las escaleras algo desganada. Jamás he ido ahí ni tampoco a la Academia de Entrenamiento Especializado, son lugares completamente ajenos a mí. Desayunamos cualquier cosa y emprendemos el viaje a pie. Nos dirigimos hacia la bahía y pregunto con extrañeza:

-¿Sabes cómo llegar?

-Por supuesto que sé, mi padre era parte de la mesa directiva de la Academia, junto con tu madre. – contesta orgulloso.

-Mamá jamás mencionó a tu padre. – le digo sorprendida. Se encoge de hombros y no dice más.

Llegamos al lugar donde aparecí al atravesar el árbol, el día que escapé de las catacumbas. Kyle cierra los ojos como intentando concentrarse. Extiende sus manos como tocando diferentes puntos en el aire, mueve los labios como si estuviera diciendo algo, pero no logro escuchar nada. Deja de mover los labios, abre los ojos y suspira. Me voltea a ver y dice:

-¿Tu primero o yo?

-Mm… tú primero. – contesto dudosa. Asiente, da un paso y desaparece de la nada. Me acerco al punto donde estaba parado Kyle y atravieso el portal.

Estando del otro lado ante mis ojos se revela un majestuoso edificio de mármol color blanco, muchas ventanas y sobre la puerta principal unas enormes letras de oro con las siglas “ORP”.  Hay dos guardias a cada costado de la puerta con uniformes blancos y detalles en color dorado usan guantes igualmente blancos y lentes de sol, ambos muy altos y corpulentos.

Subimos las escaleras y Kyle le muestra su antebrazo a un guardia, intento ver qué le está mostrando pero no alcanzo a ver nada. Le susurra algo al oído, el guardia asiente y nos deja pasar.
 



María José García Moncada

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